Entre tumbas y tumbado al sol- MICRORELATO


Ascendió por el cementerio, crucificó sus miedos y aisló sus emociones. Por un momento se supo, calmado, inocente y con la simple advertencia de no hallarse muerto. Se sentó delante del mármol , frente a las cristaleras de aquella choza enana, llamada panteón, engendro de sus abuelos. Y esperó la llamada.
Sin wasshap, sin teléfono, sin móvil, simplemente entre el silencio y el frío invierno y como no, sus compañeros de fatiga, los gitanos con sus collares alternativos de bronce y oro. Cargados hasta los ojos de flores y nostalgias, que pululaban como todos los martes, miércoles, jueves, viernes… por los vericuetos de las estrechas calles de un cementerio, donde vagaban esqueletos y poco más.

En aquel esperpéntico lugar, un martes de Noviembre, esperaba que volviera. Deseaba atraer el interés de los hados a su pena y poder conversar sin temor a que el guarda, le atara una camisa de fuerza y a golpes y empujones, lo trasladara al psiquiátrico más cercano, antes que su madre cogiera línea.

Esperó y se desesperó, cayó con la noche, se adueñó de su cuerpo la luna turca, encogida y trazada a golpe de cincel, apagó los ojos, miró hacía dentro y su mente evaporada se hundió en un lugar en un minúsculo sueño, que al abrir sus ojos se convirtió en leve sonrisa. Había soñado con una calle, cerca del mar, sus oídos llenos de marea y unos gramos de cera, y el rumor de las olas tenía su voz, la de su madre :

-"Vete de aquí, sabes que no estoy. Eres demasiado inteligente para pensar que me quedé entre los muertos, mi vida no se cierra con un simple apagón, sigo encendida, sin cuerpo, pero ahuyentada de los muertos como tú, ahora te necesito, quiero hacer feliz a muchos de los que conoces y a otros que ignoras".

-"Usurpo tu cuerpo, tu mente es precisa, más moderna y menos organizada, pero similar y el corazón, de ese si quieres hablamos otro día con un gin-tonic en la mano y mi poleo de las cuatro".

No ha vuelto a pisar el cementerio, y los viernes en el Atomic, le hace gracia sonreír al aire tras el cristal de un gin-tonic, cuando el reloj marca las 15:55, y por único maridaje, su madre.

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