Belleza de vivir

Y no defiendo lo indefendible, me cansé de pegarle patadas al banco, no de tropezar de silbar al viento mis deseos y que me respondiera un aire intoxicado, de reuniones de palabras insulsas y de idioteces con olor a suciedad de alcantarillados cercanos. Lo siento, siento a lo que no me importa y le digo a la cara la verdad de su interior que no de su fachada, me descargo del peso prescindible y me hago voluble solo al terciopelo que comulga con mi música, soy sintonía de pocos decibelios, silencio de las letras que me traen el invierno, me puedo guarecer en mi sin necesidad de cubiertos, ni cuchillos que me rajen ni tenedores que pisen mi alimento. Soy alegoría de mi cuerpo y metáfora de lo que que siento, no maldigo nada, pero el mal no es parte de mi externo, así que me dedico a regar orquídeas, a sanar raíces, que no ramas y a dejarme seducir por un segundo de ese instante que tiene forma de poco y sabe a mucho y abandona a la nada que se desliza en otro mundo donde mi vida no está y donde me pierdo en la distancia. Me quiero demasiado como para no querer seguir viviendo y no estar muerto como el resto de la suma que pretendo.

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