Sin ser extraño

Me quedo en la extraña sensación de no sentirme extraño, aun divagando en los suburbios de lo humano, me quedo extraño y con-sentido, mirando pasar cada amanecer los retales de aquello que llaman superfluo, desde la cabina de un banco, podría permanecer horas, hasta días parado, y este bendito circo no me quitaría la capacidad de sorprenderme.

Deseo que todos los días tengan algo de ello y hacer un cocktail sin termomix que se precie de sacar el más jugoso resultado. Me gusta la línea de su sujetador, la estrechez de su paso, su barba amoratada por el alcohol de sus venas, sus cantes flamencos mirando al cielo, su historia de adoquines envuelta de piel oscura y poco higienizada, me gusta la sensación de sacar un fotograma que casi nadie ve, me precio de encuadrar como si de un museo se tratara, sin necesidad de meterme entre cuatro paredes, ningún pintor conseguirá la abstracción y el efecto que un trozo de vida te da, al aire de una calle.

Por todo eso, amanecer es ese bello invento convertido en oro, imposible de comprar en los cuadriláteros de baja estopa, es ese objeto que los que no están, matarían por conseguir y muchos de los que están arriba pasan de pasar o lo hacen de puntillas sin que sus frutos sean mas que un podrido olor a putrefacto energúmeno. Por eso me gusta, estar aquí, sentirte, vivirte, amarte hasta la saciedad, hasta que te satures de mi, y si te revienta tanto beso, lo siento pero no voy a dejar de hacerlo, nadie murió por acariciar la piel de quien ama, y a ti vida te sobra epidermis para que sin eternidad, no puedas dejarme una calle, cada día para decirte lo mucho que te quiero.


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