Me quedo ...


Me quedo en el envés de tu sombra,
en el respaldo de tu espalda,
en la sinuosa curva
de tu estrecha columna.

Me quedo en el perfume de tus pechos
en el halo que tu sujetador
desprende sobre mi,
en el precipicio de tu desnudo.

Me quedo sin esfuerzo
con la parsimonia de la calma
sin evitar ninguno de mis dedos.

Me quedo entrelazado
como un tango infinito
con la gloria que tu madre te trajo
y la que yo espero
depositar sobre tu cuerpo.

Me quedo al borde de tu sexo
para no tropezar con la apatía
y romperme en el calor de mi deseo.

Me quedo contigo,
soberanamente y realmente contigo,
sin sueños ni quimeras,
sin visiones ni otros empeños,
me quedo en este instante
y en este preciso momento
con la belleza de tu vello
cuando lo lamen mis sentidos.

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