Desnudarte bajo la ducha

Es tan bello, quitarte cadenas y hacer que la sinceridad venga a tu sillón, desnudarte bajo la ducha, romperte en mil pedazos, dejar la ropa marcando tu territorio, y que toda tu tierra la cubra ella, con el solo tejido de su ser, con el solo y perenne perfume de su cuerpo, ese que se engancha a tu pituitaria, que se muere por volver a pintarse de la gota de colonia perdida, esa que es tu presa de... escondite, esa que genera tanta avidez, tantas ganas y tantos deseos, que a veces la noche viene a buscarte a preguntarte por su dirección, a saber donde vive, la metafísica que te une a su destino, que te adelanta donde sus pétalos duermen, donde tu vida es la senda de alquitrán que llena tus besos, que requiere con obligatoria presencia la sangre de tus arterias, que rompe venas de acero por hallar su sujetador prendido del suelo de tu habitación, y que la luna la cubra de todo lo que el día te quitó, que te deje el cuento que nadie te contó, que sea quien te haga mover tus pasos mañana, cuando al despertar tu sonrisa nazca con el amanecer y se muera con la oscuridad que la trajo a tu cama.

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