La fugacidad de lo imprevisto

La fugacidad de lo imprevisto, que me descuelga, de una historia con contenido no habla en precario de su existencia, ni siquiera de fragilidad, salvo en el tiempo, te puedo sorprender, desde el fuego de mi alma, hasta el infinito del dedo meñique de mis pies.

No intento convencerte de nada, salvo que estoy, besarte furtivamente en aquel rincón, desgranar cada milímetro de mi boca en tus labios, allanar de saliva tu rostro y tu cuello, hacer de tu figura un gran escalofrío en el ascensor, descubrir tu sujetador  malva sobre tus pechos, descobijar tu intimidad, y naufragar con mis dedos por debajo de tu tanga, donde comienza tu sexo, fue la eternidad hecha momento.

Te dejo mi instinto, mi amalgama de deseo con maridaje de una “leve” pizca de corazón, te dejo un pleno sentimiento, para que lo desnudes, lo acaricies, te metas en todos sus rincones, le hagas el amor como nunca lo hiciste, quiero entrar en ti, hasta lo mas conciso de tu existencia, rozar tus pechos, hasta donde no pueda acariciarte, rodear tus pezones sin miedo, levitar en tu desnudez, y rasgar hasta tu piel para aproximarme donde no existe ni el aire.

Quiero desprenderte del todo, no sentir nada alrededor, solo tu ser desnudo, solo tu alma hecha jirones cubierta de mi, descolgarte por tus muslos hasta donde tus tobillos tocan el suelo, trepar tus piernas, hasta el pulcro ángulo donde la belleza se hace deseo, y escribir lo admirable con la tinta de mi sexo, cuando penetra en ese infinito donde te deshaces hasta de ti.

Y en ese volátil instante que contiene la vida, quiero que te vengas conmigo a lo perenne, que desmontemos los latidos hasta el infinito y en ese punto, donde nuestras neuronas vivan allá donde los sentidos no poseen nombre, gritar en silencio conmigo.

Cuando vuelvas… mírame, sonríe y dime te quiero, porque siento lo mismo… te quiero en silencio, nunca lo olvides.

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