A la altura de los arboles

Me aíslo de laberintos torcidos
de vahídos cerebrales,
le gano la batalla
a esa parte de mi,
que olvida que siento,
me recreo en el otro lado
donde los muertos no llegan.

A la altura de los árboles
me defiendo de sus ataques
recorto las ramas de los refugiados
de los vecinos conformistas
que aceptan por alquiler
el túnel de un metro.

Y bajando los escalones
me sumerjo en la lluvia
sobre las calles de la ciudad,
persigo tu boca,
me lleva el deseo,
añoro tu cuerpo
me ausento de mi
hasta encontrarlo,
quiero tu alma sin renta
con traspaso gratuito
para no olvidar
que sigo viviendo.

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