Rendido a sus pies ...

Y la silueta
se expandió
bordeo a la canela
por el fino precipicio
de sus pechos infinitos,
cambio su postura
cual kamasutra improvisado
y la despacho
haciendo
un guiño de deseo.

Se  ciñó
a su cintura
como torero de antaño,
dos pases
y una entrada sin aduana
dibujaron los encantos
de aquel sigiloso cuerpo.

Y en el intento
cayó rendido
a sus pies,
a su espalda
y a cualquier lado
de su extenso cuerpo.

Y con la pasión,
se murió entre sus brazos
en los del sueño,
y en aquella caricia
que se movía
con disimulo
entre la sombra
de su entrepierna
y la legalidad
de sus labios.

Llegado el extremo
reservó su mirada
para ella,
las angostas avenidas
de sus neuronas
vivían lentas
en su tierna espera,
y jamás vivió
en la calle del adiós,
hasta que la muerte
le privo de la vida,
y de aquella mujer de bandera.

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